31 de julio de 1996. Atlanta. Por primera vez en la historia la carrera de fondo en ruta de unas Olimpíadas está abierta a los ciclistas profesionales, que tienen que dar 17 vueltas a un circuito no demasiado duro de 11 kilómetros, quizás propicio para los esprinters… “Prácticamente -expone el futuro vencedor, Pascal Richard- estaban en la línea de salida los mejores corredores del mundo: Baldato y Bartoli por Italia, Museeuw por Bélgica, Jalabert y Virenque por Francia, Indurain y Olano por España.” El ritmo, rapidísimo desde el inicio, es lo que convertirá ese recorrido en muy exigente. Los ataques se van sucediendo a lo largo de las primeras vueltas del circuito… El equipo español intenta controlar por medio de Melchor Mauri, que se filtra en todas las escapadas y busca sus opciones, a la espera de lo que puedan hacer posteriormente sus compañeros Miguel Indurain y Abraham Olano.  El joven kazajo Vinokourov lo intenta en la octava vuelta; Skibby y Nelissen en la novena; Holm e Hincapié en la décima… Pero es en la vuelta once cuando comienza a gestarse la que sería la fuga definitiva… Con cinco corredores por equipo, la carrera no tiene ningún control, y son doce los ciclistas que finalmente consiguen entrar en la escapada buena: Mauri, Andreu, Sciandri, Baldato, Virenque, Spruch, Armstrong, Sørensen, Richard, Skibby, Bartoli y Museeuw. Para echar abajo una escapada formada por un grupo así se necesita algo más que buena organización.

 

   El primer Lance Armstrong ataca sin éxito en la vuelta catorce. Después, en la decimoquinta, lo intenta Sørensen, al que siguen Pascal Richard y Maximilian Sciandri, tres ciclistas que habían compartido equipo un año antes, el MG de Giancarlo Ferretti. La carrera se ha convertido en una guerra de guerrillas, y en ese entorno Pascal Richard siempre se ha movido como pez en el agua, al igual que el danés Rolf Sørensen. Ambos tienen unas características muy similares, auténticos “francotiradores” del pelotón de los 90. El suizo, de 32 años, lleva una temporada redonda, habiéndose impuesto en la Lieja-Bastogne-Lieja ante Lance Armstrong y Mauro Gianetti, obteniendo también victorias de etapa en Giro y Tour. “En el campeonato del mundo de Bogotá, un año antes, me sentía muy fuerte. Pero el desarrollo de la carrera fue desfavorable para mí. A pesar de la mala suerte terminé quinto.” Es el ataque definitivo, nadie puede contrarrestarles, y el trío se juega el oro en las calles de la zona residencial de Buckhead. El danés intenta sorprender y lanza un esprint lejano, que es respondido sin dificultad por el suizo, que se cuelga la medalla más valiosa. “Sørensen -dice Richard- era a mi parecer el hombre a batir. Sciandri era un buen llegador, pero realmente no ganaba grandes carreras.”

 

   Para Pascal Richard la victoria en los Juegos Olímpicos fue “su victoria más bella, me produce cierta nostalgia. Me gusta recordar los momentos que precedieron a la carrera, los esfuerzos que tuve que acometer para prepararla.”

 

   Cuatro años después de su éxito en Atlanta, Pascal Richard cuelga la bicicleta: “A mediados de agosto supe que no había sido seleccionado para los Juegos de Sidney. Mis resultados ya no eran los mismos que en 1996, pero lo había hecho todo para estar preparado. Cuando supe la noticia a través de la prensa fue como si me hubieran golpeado con un bate de beisbol en los gemelos y hubiera caído de rodillas. El problema es que no supe levantarme, no volví a correr. Ese choque emocional me hizo desconectar completamente. También pensé que la victoria olímpica me abriría alguna puerta, pero no fue así. Yo era un héroe en Italia, en Francia, pero no en Suiza. Me pesa la ingratitud de mi país. Cuando un campeón termina su carrera, muere por primera vez. A la gente le gustó verme ganar la medalla de oro, pero después casi todo el mundo me olvidó.”